«Trabajamos con miedo y amenazas”: el ambiente laboral en las Unidades de Salud de Usulután

En una parada de bus, a las 7 de la mañana, encontramos a Josefina, una enfermera con 12 años de experiencia en una Unidad Comunitaria de Salud Familiar (UCSF). La urgencia en su mirada era clara: temía llegar tarde al trabajo. “Si yo llego tarde hay una cámara que me vigila y luego tengo que marcar. Que no pase el bus no me lo toman como excusa”, nos dijo, apurada pero dispuesta a pactar una entrevista para hablar, con reserva de identidad, sobre el ambiente laboral que se vive actualmente en muchas UCSF del departamento.

Vigiladas hasta para sonreír

Una de las primeras cosas que Josefina menciona es la sensación constante de estar bajo vigilancia. “Yo me siento vigilada, ya ni ganas de reírme me dan con mis compañeros”, expresa. Las cámaras instaladas en los centros de salud no solo registran ingresos y salidas, también —según ella— permiten escuchar conversaciones. “Dicen que donde se iba a hacer el hospital de cuarto nivel está el centro de vigilancia. Cuando hay alguna denuncia contra el personal, hasta los videos nos mandan”, relata con incomodidad.

Reuniones que generan miedo

Las reuniones del personal, que en teoría deberían ser espacios de coordinación, se han convertido en momentos de tensión. “Solo son amenazas, que nos van a sancionar. Si un campesino nos lleva unos jocotes, ya puede verse como soborno. Hasta el agua que compramos nos recomiendan que no sea de alguien conocido. Por eso la compramos en el supermercado”, explica Josefina. Y agrega algo que preocupa aún más: “Ya no hay sindicatos que nos defiendan. Hasta los sindicalistas tienen miedo que los echen”.

El miedo a expresarse

 Otro aspecto que limita a Josefina y a muchos de sus compañeras es la autocensura en redes sociales personales. “Si yo estoy en contra de este gobierno, siento que hasta las redes me vigilan. No puedo publicar nada que sea crítico, porque ya me dicen que le estoy mordiendo la mano a quien me da de comer”, comenta con indignación. Su miedo se extiende incluso a su hijo universitario. “Le digo que cuidadito vaya a publicar algo en contra de Bukele porque me pueden echar del trabajo”.

Cierre de Facebook de las UCSF

Hace unos dos o tres años, según Josefina, vino un giro drástico en la política comunicacional de las UCSF. “Nos reunieron y nos dijeron que no podíamos ir a ningún medio de comunicación, ni dar avisos a la comunidad. Nos dijeron que todo podía ser usado en nuestra contra”, recuerda. Una de las medidas más duras fue la orden de cerrar las páginas de Facebook de las unidades de salud. “Era importante para nosotros porque informábamos sobre campañas, actividades con ancianos, con adolescentes, vacunaciones. Todo eso se terminó. Nos quitaron la voz”, concluye.

El testimonio de Josefina, aunque anónimo, no es aislado. Refleja el sentimiento de miedo, vigilancia y silencio que atraviesa a muchas trabajadoras y trabajadores de salud pública en El Salvador. En un país donde la salud comunitaria ha sido clave para atender a los sectores más vulnerables, la represión de las voces que la sostienen podría estar minando la confianza, la transparencia y la vocación de servicio que por años han caracterizado a estos equipos.

Se ha preservado la identidad de la entrevistada por razones de seguridad.