Para conmemorar la masacre, sobrevivientes y familiares de víctimas realizaron un acto, a 40 años del hecho, en el que les recordaron como “héroes, que lucharon en la búsqueda del bien común y la justicia, desde el trabajo comunitario”.
Era febrero de 1980. Recién había estallado la guerra civil en El Salvador y Santo Domingo de Guzmán, uno de los municipios de Sonsonate con fuerte presencia de comunidades indígenas, vio morir a un centenar de los suyos.
Miembros del Destacamento Militar número 6 masacraron a personas organizadas en la Unión Comunal Salvadoreña, para exigir sus derechos y demandar que parara la represión, según familiares de las víctimas y sobrevivientes.
“Invadieron nuestro municipio, para tomarse nuestra población y asesinaron a todas las personas. El día 26 de febrero da inicio una ola de matanza donde van asesinando a todas aquellas personas que están organizadas. Todas esas personas que estaban haciendo trabajo comunitario eran vistas como subversivas”, recuerda Ersilia Cruz López, del Comité de Familiares de Víctimas.
La memoria de sus familiares, blanco de la represión, sigue intacta. Herminia Reyes rememoró el momento en el que uno de sus parientes les fue arrebatado, por pedir que a las personas trabajadoras del campo les pagaran más.
“Que nos pagaran un poquito más, porque era muy poco lo que pagaban por el trabajo que nosotros hacíamos en el campo. Por esas palabras que el decía ‘yo quiero que mi trabajo me lo paguen un poquito mejor’; hasta que un día lo fueron a sacar de la casa y suplicamos que no se lo llevaran, pero lo golpearon y se lo llevaron los soldados”, contó.
Celestino García, otro de los sobrevivientes de la masacre de 1980, narra que “fue un momento muy difícil, porque (el municipio) fue tomado por la Fuerza Armada y eso atrajo mucho miedo y luego dolor, porque en aquel momento quedaron muchos niños huérfanos”.
Una de las mujeres referentes de la enseñanza del Nahuat en Santo Domingo de Guzmán, Idalia García, recuerda que fue “un día amargo”, en el que no pudieron realizar sus actividades cotidianas, porque soldados se habían “tomado” el lugar.
“Yo tenía 28 años cuando sucedió éso. Perdí a mi esposo, a mi familia, muchos tíos, muchos primos. Duele el corazón cuando me acuerdo y digo por qué sucedieron las cosas”, expresó.
Por: ARPAS.