Santiago de María, donde los peatones no importan

Las calles de Santiago de María han dejado de ser seguras para quienes caminan por ellas. La falta de parqueos obliga a los conductores a dejar sus vehículos en cualquier espacio disponible, las aceras son una carrera de obstáculos imposibles de sortear para los adultos mayores y los peatones se juegan la vida al cruzar porque la señalización vial simplemente no existe.

Bajo el sol inclemente de la tarde del 15 de marzo, el parque San Rafael, otrora un rincón de encuentro y tranquilidad se convirtió en el escenario de una tragedia que pudo evitarse. Doña Gladys de Romero, maestra jubilada y Don Manuel Romero, quien fuera taxista antes de retirarse, caminaban hacia la iglesia cuando un vehículo, conducido a exceso de velocidad y sin respetar el paso peatonal, los embistió. Ambos cayeron al asfalto. Doña Gladys, con fracturas graves y trauma craneoencefálico, falleció horas después en el Seguro Social mientras Don Manuel lucha en una cama del hospital por recuperarse. La comunidad llora, pero también hierve de indignación: este no es un hecho aislado, sino el reflejo de un sistema vial colapsado, abandonado por quienes tienen el poder de cambiarlo.

El respeto al reglamento de tránsito parece ser un mito en esta ciudad. Los automovilistas no ceden el paso, los motociclistas zigzaguean entre los transeúntes, los buses y microbuses se detienen en cualquier punto a bajar y subir pasajeros sin importar a quién pongan en riesgo.
Pero lo peor no es solo la imprudencia de quienes manejan, sino la absoluta indiferencia de quienes deberían poner orden: ni la policía, ni la alcaldía, ni la Dirección de Obras Municipales (DOM), ni la Dirección General de Tránsito Terrestre, ni ninguna otra entidad del gobierno, han movido un solo dedo para solucionar esta anarquía vial.

La muerte de doña Gladys es una consecuencia directa del desorden vial y de la negligencia de las autoridades. ¿Cuántas vidas más se perderán antes de que alguien se tome en serio esta crisis? ¿Cuánto tiempo más los peatones serán vistos como un estorbo en lugar de ser protegidos?

La maestra Gladys era una persona querida por los santiagueños por su espíritu de servicio hacia los demás.

Aceras rotas, señales invisibles, indiferencia visible

Santiago de María parece diseñado para castigar a sus peatones. Las aceras, elevadas, estrechas, agrietadas y llenas de ventas, se convierten en obstáculos para adultos mayores, madres con coches y personas con discapacidad. No hay rampas, ni señalización clara, ni espacios seguros para cruzar. Los conductores, envalentonados por la ausencia de controles, aceleran sin miramientos, estacionan en esquinas y pasos peatonales y convierten las calles en pistas de riesgo.

Los pocos parqueos existentes son insuficientes, lo que deriva en un caos de vehículos por doquier, obligando a los transeúntes a jugarse la vida a media calle entre el tráfico.
Santiago de María no puede seguir siendo una ciudad donde caminar es un riesgo mortal. Se necesitan acciones urgentes: ordenamiento de parqueos, aceras accesibles, señalización clara y sanciones estrictas para quienes ignoran el derecho de paso de los peatones. Las excusas de las autoridades ya no sirven.

Aquí todos somos invisibles”, comenta Rosa Méndez, vecina del barrio El Calvario, mientras señala una hilera de autos mientras los niños intentan cruzar la calle para poder ingresar a la escuela parroquial, pese a que hay un túmulo los conductores ignoran el derecho que tienen los alumnos a cruzar la calle. “Nadie respeta, más esos que hacen viajes, por andar precisos casi se lo pasan llevando a uno”

Las heridas de Don Manuel y el vacío que deja Doña Gladys son cicatrices en la memoria colectiva. Hoy, la pregunta ronda en cada esquina: ¿Cuántas vidas más se necesitan para que las autoridades despierten? La indiferencia ya es cómplice.

Por: Prensa Izcanal