Los pobres se enfrentan a la muerte a diario. Una simple diarrea de su hijo puede terminar en la muerte. Ya no digamos una gripe que puede terminar en una neomonía mortal. El dengue a matado a 60 personas, y la neumonía a 110 al 28 febrero de este año. Para los pobres la muerte es una experiencia diaria y la enfermedad un desafío a la providencia de Dios.
Pero no así para aquellos que tienen seguridad social. La enfermedad y la muerte está lejos de ellos. Pues para cada enfermedad tienen su especialista. Pueden pagar hasta la muerte. Hay “seguros” para todo.
¿Entonces por qué el miedo al covid-19?
Hay dos características de la enfermedad. Se propaga con facilidad y rapidez; además, aquí lo central del asunto, no tiene cura. Esto desequilibra la seguridad de la clase media y alta. Estos son los que viajan, van de turismo o de negocio y están expuestos a la enfermedad.
Cuando se tenga control de la enfermedad, allí desaparecerá el terror que tienen a una gripe que su letalidad es apenas del 2 por ciento.
Lo peor del asunto: es que el miedo a la muerte se lo trasladan a la población pobre.
Los pobres son los que pagarán los estragos económicos, pues a los importadores y exportadores ya les garantizaron su estabilidad, pero a la empleada del cafetín de alrededor de la universidad, ayer la echaron hasta nuevo aviso.
Es mal cruel tenerle miedo a la muerte que morir.
Por: Alcides Herrera.