¿Cómo intepretar el discurso que el presidente, Nayib Bukele pronunció el domingo 9 de febrero, más allá de las palabras? Conversamos con la docente universitaria Ivón Rivera, quien nos explicó que apelar a emociones y valores de la ciudadanía, con intenciones negativas, puede tener consecuencias.
Las acciones de presión del presidente, Nayib Bukele, a la Asamblea Legislativa para que se apruebe el préstamo por $109 millones para el financiamiento del plan Control Territorial y que culminaron con la militarización de la Asamblea Legislativa, en lo que se ha llamado un “intento de golpe” requieren un análisis de los elementos del discurso utilizado.
Consultamos sobre el tema a Ivón Rivera, docente de la UCA y especialista en análisis de discursos. Ella explica que lo visto el domingo en el mensaje del presidente Bukele fuera de la Asamblea Legislativa fue “un juego de acusaciones y palabras fuertes. De entrada dice ‘vamos a entrar’, fue un llamado a las personas que lo acompañaban a irrumpir en el palacio legislativo”.
La docente considera que el presidente apeló a las emociones y valores de un público que está marcado por el dolor de la pérdida, “que vive en un estado constante de alerta, para provocar una acción negativa”.
“¿Cuánto dinero pagarían ustedes a los ciudadanos para volver un familiar a la vida, les planteó, y el mismo se responde diciendo que él se endeudaría toda la vida”, es una apelación al enojo y es una comparación peligrosa, afirma Rivera.
Además, explicó que hay que recordar en qué contexto se está hablando de esta situación. El presidente está pidiendo que se aprueben los fondos para el plan Control Territorial pero no hay indicadores ni resultados, señaló la docente.
Ivón Rivera considera preocupante que, para tratar de generar empatía, el presidente recurra a la manipulación de las emociones para “justificar” las acciones realizadas el domingo y para provocar que “la gente tenga una visión positiva del endeudamiento”.
Rivera también pone en cuestión el uso de los términos y la connotación de los mismos. “¿Quién es el pueblo?”, pregunta. Esto con respecto a los llamados que hizo el presidente Bukele “en nombre del pueblo”.
“Él le pidió sabiduría a Dios, pero uno no invade simbólicamente el curul o silla del presidente legislativo para orar, pedir sabiduría y luego salir. La gente se enardeció y esperaba que la consecuencia fuera que se irrumpiera en la Asamblea”, explica Rivera.
Además sostuvo que las acciones del domingo no fueron un hecho aislado. “Es preocupante ver ese discurso de exigir y demandar que se cumpla todo lo que él quiere. Este lenguaje es como arengar lo quiero, lo quiero, estar presionando y poniendo atención a una situación para llegar a un nudo dramático”, señaló.
Agregó que lo que se genera con esta narrativa, utilizada sobre todo en redes sociales, es preocupación ciudadana.
“Se fue planificando todo el ambiente explosivo en términos de elementos simbólicos: amenazas, indirectas, cubrir la información, de tal manera que se justificara en términos emocionales la razón de presionar a la Asamblea y no en términos racionales. Tuvimos muy poca información racional”, expresó.
Ivón Rivera destacó que “la emoción siempre ha sido útil en discursos”, pero se vuelve ilegítima cuando se trata de “nublar el tema”. “Las palabras favorecían al orador, distorsionaban la verdad y enardecían a la multitud”, apuntó.
Por eso, para ella es necesario que, frente a situaciones de este tipo, se hagan análisis críticos desde la racionalidad y no de las emociones. “La vía democrática no es exigir, es el diálogo”, apuntó la docente.
Por: ARPAS.