La escuela cerró y el camino se hizo más largo: el silencio que quedó en San Lorenzo

Centro Escolar Cantón San Lorenzo. Foto | Prensa Izcanal.

En lo alto del cantón San Lorenzo, en Berlín, Usulután Norte, ya no se escuchan voces infantiles. La escuela que por años albergó a niñas y niños de la comunidad cerró sus puertas por “baja matrícula”, obligando a los estudiantes a caminar hasta media hora para seguir estudiando. Mientras el gobierno anuncia la construcción de dos escuelas por día, esta comunidad lamenta la pérdida de la suya y carga con el peso de un cierre que nadie pidió, pero todos sienten.

La brisa fresca baja por la cuesta empinada del Cantón San Lorenzo, en el sur del distrito de Berlín. Allá arriba, entre cafetales y caminos de tierra rojiza, hay un portón azul de hierro oxidado que permanece cerrado. Detrás de él, 4 aulas vacías y el eco de un recreo que ya no se escucha. La Escuela Cantón San Lorenzo, donde hasta hace poco se enseñaba desde kínder hasta sexto grado, cerró sus puertas. Y con ese cierre, también se cerró un capítulo en la vida de decenas de niños y niñas que ahora deben caminar más de media hora para continuar sus estudios.

«No es lo mismo», dice una vecina que pide no ser nombrada por temor a represalias. Su voz se apaga por un momento antes de agregar: «Se siente feo. Aquí venían varios niños del Rescate, otro caserío del cantón San Lorenzo, a casi una hora a pie y otros más de cerca. Estaba cerquita para ellos. Ahora, con suerte, llegan a tiempo a la otra escuela».

Escuela Hermano Roberto Cook. Foto | Prensa Izcanal.

La comunidad lo ha resentido profundamente. Los pequeños que antes tenían la escuela a solo unos pasos de casa, ahora deben bajar a pie hasta la Escuela Hermano Roberto Cook, ubicada en una zona más baja del cantón, frente a la colonia Perla de Oriente. Otros incluso se trasladan hasta el casco urbano de Berlín, mucho más lejos.

El caserío El Rescate, un pequeño núcleo de unas 10 familias, fue de los más golpeados. «Las niñas de ahí, unos primitos, todos iban a la escuelita aquí. Ahora tienen que caminar más. Una hora, con suerte. Y eso si no llueve o si no hay otros peros en el camino», comenta la misma fuente.

Según se explicó a la comunidad, el cierre se debió a la baja matrícula. «Eran poquitos niños», reconocen, aunque algunos vecinos creen que hubo más razones. «Fíjate que algunos no lo querían al profesor. Era siempre el mismo, y eso también hizo que varios papás prefirieran mandar a sus hijos a la otra escuela», explica la mujer. Sugiere que, más allá de los números, pudo haber un desgaste en la relación entre los docentes y la comunidad.

Los dos maestros que impartían clases en San Lorenzo fueron reubicados en la Escuela Roberto Cook. “Ellos no perdieron el trabajo, pero aquí perdimos la escuela”, resume la vecina.

Quienes más sienten la ausencia son los niños. El bullicio de las mañanas se convirtió en silencio. Ya no hay carreras en el patio ni cantos de bienvenida al iniciar el día. Donde antes se enseñaban las vocales y se recitaban las tablas de multiplicar, hoy hay soledad.

«Se siente que hacen falta los niños», confiesa con nostalgia. «Uno ya se había acostumbrado a verlos pasar con sus mochilitas».

Y mientras en San Lorenzo cierran la escuela, en cadena nacional, el presidente Nayib Bukele anunciaba hace apenas un par de semanas un ambicioso programa: “Dos Escuelas por Día”. La promesa —dijo— es construir o remodelar dos centros escolares diariamente, incluyendo días no hábiles y festivos. “Todos los días se va a actualizar la página web”, aseguró, refiriéndose al sitio oficial donde supuestamente se podrá seguir el avance de este megaproyecto educativo.

Centro Escolar Cantón San Lorenzo. Foto | Prensa Izcanal.

Pero las cifras que circulan en los pasillos de las comunidades rurales cuentan otra historia. Según el Observatorio de la Educación Pública Salvadoreña del Frente Magisterial Salvadoreño (FMS), al menos 67 escuelas habían sido cerradas en todo el país hasta finales de marzo. La Escuela de Cantón San Lorenzo es una de ellas.

Sobre estos cierres, el presidente ha insistido que se trata de una «unificación» de centros escolares, buscando concentrar esfuerzos y evitar “micro escuelas” en zonas cercanas. “Tener dos micro escuelas en zonas cercanas no tiene sentido”, declaró en la misma cadena.

Pero para quienes viven en los cantones como San Lorenzo, las distancias no se miden con GPS ni en líneas rectas sobre un mapa. Se miden en pasos de niños pequeños, en lodo cuando llueve, en zapatos desgastados y en madres que no pueden acompañarlos porque trabajan o no tienen con quién dejar a los demás hijos.

El cierre también plantea interrogantes más amplios. ¿Qué significa perder una escuela para una comunidad rural y pobre? ¿Cuánto pesa realmente el número de alumnos cuando lo que está en juego es el acceso equitativo a la educación? ¿Qué tan lejos se puede poner una escuela antes de que sea inalcanzable?

No hay más escuelas cerca, al menos no rumbo a San Agustín. “Allá ya casi no hay casas”, dice la fuente. Y el transporte no es una opción para todos. Lo que antes era una solución local, hoy se ha convertido en una carga diaria para muchas familias.

La escuela cerró, sí. Pero en San Lorenzo, lo que más pesa no es la decisión administrativa ni las cifras. Es el vacío que ha dejado. Un vacío que se mide en pasos, en mochilas más pesadas, en madres preocupadas, en niños que caminan cuesta abajo, cada mañana, con la esperanza de que aprender siga valiendo el esfuerzo.

Por: Ulises Soriano.