Algunos opinan de manera general en contra de los diputados, dicen de la Asamblea Legislativa que es un nido de rata y que no trabajan por el pueblo. Déjenme decirles que la diputada, Lucía Baires del FMLN, por la que yo voté merece respeto. Primero, porque representa la voluntad de quiénes la elegimos. Es mi y nuestra diputada. Segundo, es una mujer honrada y ha hecho el trabajo que los votantes, es decir esa parte del pueblo que la eligió, le hemos encomendado.
Pueda que yo no esté de acuerdo ideológicamente, ni con algunas oposiciones en la Asamblea, con el diputado Candray, del partido ARENA, pero fue la voluntad popular que lo eligió, y me parece que legal y legítimamente es representante del pueblo que lo eligió. Insultarlo es señal de que no soy democrático.
Lo mínimo que puede hacer una persona que cree en la democracia es creer y respetar las reglas del juego que ésta nos impone.
Los parlamentos nacen como una disputa del poder del monarca y de la nobleza. Representan el poder la plebe, de los gentiles, del pueblo. Esa disputa se ganó cuando inicia la democracia. El voto del noble vale igual que un voto de una gente del pueblo. Desde entonces la nobleza, la aristocracia o la oligarquía, es decir todos aquellos que han tenido poder por vías no democráticas, han intentado controlar este poder que representa al pueblo.
Cuando no se ha podido controlar han buscado destruirlo. ¿Quién puede asegurarme que el pueblo no está siendo manipulado, por una oligarquía, para controlar o destruir la Asamblea Legislativa? Hay indicios claros de manipulación.
Por ejemplo, reducir el número de diputados o no construir el edificio de la Asamblea no solucionan los problemas de los que nos quejamos a diario de los políticos. Quitarle presupuesto a la Asamblea no genera mejor salud, mas educación o más empleo al país. Hasta podría generar más corrupción. Los oligarcas tienen suficiente dinero para pagar a los diputados que quieran, o los asesores que quieran. El pueblo no debe perder el control de sus representantes.
El pueblo debería estar buscando los mecanismos para mayor transparencia, para que haya una mayor vinculación entre el electo y los electores, y que no respondan a los intereses de la oligarquía o de las grandes transnacionales, que buscan controlar a los gobiernos nacionales y locales.
Aunque algunos se sientan defraudados por el poder político, la Asamblea Legislativa es la casa del pueblo. Está sucia, desorganizada, corrupta, etc., pues es el reflejo de lo que somos los ciudadanos.