En una de las imágenes difundidas ayer por la secretaría de prensa de Casa Presidencial aparecen unos militares apuntado sus fusiles contra un grupo de personas arrodilladas frente a la tarima presidencial, desde donde observan Nayib Bukele y su esposa. La controvertida dramatización fue parte de las demostraciones militares realizadas ayer durante el desfile conmemorativo de la independencia.
En un sentido estricto, la imagen es una clara apología de la violencia política y la represión militar que imperó en el país durante los cincuenta años de dictadura y doce años guerra civil. Por tanto, no debería pasar desapercibida por la población que no quiere repetir ese nefasto episodio de nuestra historia.
En el mejor de los casos, los apologistas de la represión que controlan Casa Presidencial son ignorantes de la historia del país y desconocen el gran trauma que representa para quienes sufrieron vejámenes cometidos por militares antes y durante la guerra (torturas, desapariciones, asesinatos y masacres); pero en el caso peor, Bukele y compañía envía intencionalmente el mensaje de que estarían dispuestos a utilizar nuevamente la represión militar contra las protestas sociales. Si fuera esto último, el país estaría frente un grave retroceso histórico: sería “la Historia mordiéndose la cola”.
Y esto tiene lógica, si tomamos en cuenta la intolerancia ante la crítica y las actitudes autoritarias del estilo presidencial de Bukele mostrado en sus primeros 100 días de gobierno. Situación que ha encendido alertas hasta en instancias internacionales como la Relatoría de Libertad de Expresión de la CIDH, la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU y un amplio sector de la cooperación internacional.
Por la historia de represión y graves violaciones a los derechos humanos cometidas por fuerzas militares en el pasado, el país entero debería rechazar cualquier demostración que apologice la violencia política y la represión o que insinúe con volver a utilizar la fuerza militar contra la población que proteste.
Entre los aspectos más preocupantes de la gestión de Bukele está la profundización del proceso de militarización de la seguridad pública iniciado por los gobiernos anteriores, y el riesgo de que este aparato militarizado -que ahora combate a la delincuencia- en el futuro se utilice para reprimir a gente que proteste ante eventuales políticas impopulares del gobierno.
Por eso, ojalá que todos los sectores progresistas y democráticos del país vayan tomando el serio el grave riesgo de que El Salvador siga los caminos de la represión y pronto estemos en una situación similar a la de Honduras o Nicaragua. No es broma, en el horizonte se avizoran nubarrones.
Por: Prensa Izcanal / ARPAS.