El primer culpable de la emigración interna y externa es el poder económico. El capital hegemónico del país ha jugado con el hambre y la pobreza de los salvadoreños.
En el tiempo de las haciendas, fincas de café y algodoneras pagaban salarios de esclavitud: 75 centavos de colón y una tortilla con frijoles, pero un par de «zapatos burro», valía 5 colones.
De 2000 a 2019 apenas hemos alcanzado un salario mínimo de 300 dólares en la ciudad y 200 en la zona rural. En la última batalla campal por el salario mínimo, la empresa privada ofrecía 11 centavos diarios de incremento.
237 mil familias sobreviven con el salario mínimo. Esa cantidad representa el 20 por ciento de la población salvadoreña. En otras palabras, familias que tienen trabajo viven en la sobrevivencia. Luego tenemos un 7 por ciento de la población sin empleo.
Las empleadas domésticas les toca todavía un drama mayor: trabajan hasta por 50 dolares al mes, y las que les pagan 200 trabajan 16 horas diarias por 28 dias al mes, y sin seguridad social.
Aquí se dice falsamente que la empresa privada es la promotora de empleo. Pero, no está generando el empleo que el país necesita, ni en cantidad, ni en calidad. No generan el empleo necesario, pero mantienen una campaña en contra del estado cuando genera empleo.
¿Qué le queda a la gente si no encuentra empleo o su empleo solo le cubre la canasta básica? Pues emigrar/huir en búsqueda de una mejor oportunidad.
Por: Alcides Herrera.