Pobladores de Santiago de María, uno de los lugares donde Monseñor Romero descubrió su vocación por los pobre, le recordaron en su natalicio número 101.
La catedral de Santiago de María es el lugar donde Monseñor Romero celebró misas cada domingo durante más de dos años.
Para muchos, fue aquí, donde el beato descubrió su amor preferencial por los pobres al ver la cruda realidad que pasaban los campesinos durante aquellos amargos años.
“Él decía que iba a limpiar maíz y lo picaban las hormigas, porque habían hormigas en la milpa. Entonces él era un hombre que conocía al campesino, porque los acompañaba siempre en sus necesidades” manifiesta Esmeralda Alemán, pobladora de la ciudad.
Alemán, dice haber conocido al profeta Romero desde muy joven. Cada vez que visita la catedral, su memoria vuelve al pasado al igual que muchos santiagueños que recuerdan el legado de paz que dejó el salvadoreño universal.
Romero estuvo destacado como obispo de Santiago de María de 1974 a 1976, tiempo en el que puso en práctica el bien común, ejemplo, que deberían seguir muchos políticos hoy día asegura el párroco de iglesia San Martin de Porres de la misma ciudad, Pablo Hernández.
“Sin duda Monseñor Romero dio la vida por todo un pueblo, creyó en el pueblo, se jugó la vida por el bien de todos y eso es lo que necesitamos en la actualidad ante tanto político que van en búsqueda de su bien personal de su prestigio de partido, entonces Monseñor Romero es el gran maestro porque nos enseñó que se puede luchar por el bien común.
A pesar de los años, el pueblo de Santiago de María no pierde su memoria, muestra de ello son los múltiples mensajes del profeta escritos en paredes recordándonos los motivos que lo llevaron a denunciar las injusticias sociales que cruzaba la época.
Por Carlos Amaya.