¡DIOS TE SALVE, PATRIA VIOLADA!

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Ciertamente debemos continuar suplicando, junto al estimado profesor migueleño don David J. Guzmán, que Dios salve nuestra patria muy amada, terruño sagrado que Dios nos dio. Pero de acuerdo con lo que hemos vivido durante toda esta historia patria, especialmente para nosotros en este último lustro, debemos objetivamente reconocer que la soberanía de nuestra nación ha sido cruelmente violentada.

La tierra de nuestros padres tristemente sigue siendo violada y lo muy extraño para esta nuestra hora es que tal mancille se acepta hasta con devota sumisión, como diciéndole: querido abusador sigue violándonos más, no te canses por favor. El erario, la institucionalidad, la constitucionalidad y la respectiva legalidad, los derechos laborales, los derechos fundamentales y un largo etcétera están siendo violentados sin miramiento y con total impunidad.

El mancillador tiene muy bien definido su procedimiento para seducir a la víctima de modo que se le entregue sin contención. El seductor de masas cautiva con las técnicas actuales del psico-marketing propio de la psicopolítica. ¿Cuáles son esos pasos que da el violador político para controlar la opinión pública al grado de violar la nación a su propio antojo? Los analistas recogen seis.

1º. Seducción y culto al líder. Seduce al pueblo hasta convencerlo de que lo único que el pueblo debe querer y aspirar es sólo aquello que el seductor le dice que debe desear. El principio es: “Yo soy el pueblo y el pueblo soy yo”. El seductor convence al pueblo con este aforismo: “si alguien me cuestiona o me critica es al pueblo a quien se critica y desprecia”. El culto al líder se vuelve invasivo.

2º. Anulación de la institucionalidad y de la oposición. Convence al pueblo de que no debe existir ningún tipo de oposición a sus deseos. Elimina el parlamentarismo y toda la institucionalidad, ya que todo peso y contrapeso “democrático” lo ve como un obstáculo inútil. La necesaria oposición política queda eliminada y el concepto “opositor” es sinónimo de traidor. Toda opinión ciudadana crítica y analítica es arrinconada en la esquina de la oposición traicionera.

3º. Oportunismo populista. No tiene ideales ni principios, carece de convicciones irrenunciables, no guarda fidelidad ni lealtad, carece de estrategias a largo plazo, sólo tácticas oportunistas para mantenerse en el poder. Los aliados son sacrificables y los acuerdos sólo son ilusión. Como carece de planes estratégicos gobierna de acuerdo con el marketing político y con ello afirma hacer lo que le pide el pueblo. El populismo encuentra su máxima expresión cuando afirma actuar de acuerdo con “lo que el pueblo manda”.

4º. Política del miedo. Para mantenerse en el poder, evadiendo la política de la esperanza, se pliega por la identificación de un enemigo, del que sabe bien genera miedo paralizante en la población. Si no existe ese enemigo se lo inventa, pero cuando el enemigo está, la acción política se reduce a una vil administración del miedo. Se afianza el slogan: “si el Presi’ ya no está las pandillas volverán”.

5º. Pasar del miedo al odio. Después de haber sembrado la turbación, el mancillador pasa a operar una transmutación alquímica de miedo en odio. Con su discurso y propaganda hace que el espíritu cristiano de perdón y reconciliación desaparezcan hasta en las conciencias de los que se llaman cristianos. No existe redención para nadie, mucho menos perdón. La venganza se enarbola como valor social. Y tal es el grado de manipulación de ese sentimiento, que las turbas cibernéticas despotrican con desprecio sobre las voces críticas (necesarias) del régimen dominador. Las relaciones se definen entre amigos y enemigos. La degradación social se asoma a niveles sin parangón.

6º. Discurso simplificador. El mancillador crea una narrativa simplificadora: todo se resume a un único problema y ese problema se reduce a un enemigo, por lo que el mancillador puede afirmar: “yo tengo al enemigo controlado, yo tengo la solución a todos los problemas”. Pero, frente a los acuciantes desafíos que aquejan a la nación, le basta con alardear de quimeras y adormecer las conciencias mediante la bien montada propaganda oficial. Se miente sin reparo y se actúa con total prepotencia, seguros del masivo respaldo popular. El inconsciente colectivo es manipulado con eficacia mordaz: todo lo que haga el ‘Presi’ siempre será lo mejor.

Con estos pasos, el líder populista y mancillador de la nación asegura un control casi absoluto de las riendas de la vida pública por un largo período invernal. Elevemos nuestras plegarias para que la radicalización del régimen ceda ante la concientización ciudadana y el reclamo popular. Oremos para que, por fin, en la historia patria pueda entonarse al unísono esta consigna esperanzadora: Dios, Unión, Libertad.

Por: Presbítero Ramón Lara.