El sol de la mañana ilumina el pequeño hogar de Sandra Durán en el cantón La Joya del Tigre, en Santiago de María. Sus tres hijos están sentados donde la precariedad de su vivienda se los permite, con sus tabletas encendidas, esperando a que la señal del internet móvil les permita descargar sus tareas escolares. Cada semana, Sandra debe hacer malabares con su presupuesto para comprar paquetes de datos. «A veces tenemos que dejar de comprar algunas cositas para poder tener para el paquete de internet, imagínese que en mi caso son tres niños. Lo que hago es comprarle a uno y ahí que trabajen los demás, porque para todos no alcanza», lamenta.
La situación de Sandra no es aislada. En el cantón Talpetate, Berlín, Marta Castillo enfrenta el mismo dilema con sus dos hijos.
«Nos dijeron que las tabletas traían internet, pero la señal nunca funciona. Aquí el internet del gobierno no sirve, así que toca gastar en recargas de saldo, y eso nos quita de la comida», dice con frustración. Por su parte, Rosa Méndez, madre de familia en el cantón San Antonio, El Triunfo, coincide: «Nosotros confiamos en lo que dijeron que darían internet, pero no es cierto. Lo poquito que ganamos en el cafetal, cuando fuimos a trabajar a Santiago, apenas nos alcanza para la comida y la luz, y aún así nos toca pagar internet para que los niños estudien». enfatizó Sandra.
Una promesa incumplida
En septiembre de 2022, el presidente Nayib Bukele escribió en su cuenta de Twitter (hoy X):
«Nuestro país ha avanzado mucho en este poco tiempo, y la educación no es la excepción. Ya dimos computadoras y tablets de calidad y con internet al 100% de estudiantes del sistema público, ya aprobamos la ley Crecer Juntos y estamos cambiando la currícula educativa…».
Nuestro país ha avanzado mucho en este poco tiempo, y la educación no es la excepción.
— Nayib Bukele (@nayibbukele) September 9, 2022
Ya dimos computadoras y tablets de calidad y con internet al 100% de estudiantes del sistema público, ya aprobamos la ley Crecer Juntos y estamos cambiando la curricula educativa… pic.twitter.com/cf2QA11pL3
Sin embargo, la realidad de miles de familias en las zonas rurales contradice estas declaraciones. El acceso a internet gratuito en las escuelas públicas sigue siendo una promesa incumplida, y son los padres quienes deben asumir este costo adicional en una economía cada vez más golpeada. Según la última encuesta de la Universidad Centroamericana (UCA), el 65% de la población salvadoreña reportó haber reducido la cantidad de alimentos que compra, mientras que el aumento en el precio de la canasta básica afectó a 8 de cada 10 salvadoreños.
En un país donde la economía golpea fuerte y los precios de los productos básicos han llevado a muchas familias a reducir la cantidad de alimentos en sus mesas, los padres de familia enfrentan otro gasto forzoso: el internet para la educación de sus hijos. Aunque el gobierno aseguró que todos los estudiantes del sistema público tendrían acceso gratuito a la red, la realidad es muy distinta. Las promesas digitales se han convertido en una carga extra para miles de familias salvadoreñas.
Sin embargo, años después de esta declaración, las conexiones gratuitas a internet en los dispositivos entregados por el gobierno son intermitentes o, en muchos casos, inexistentes. Para los estudiantes de las zonas rurales y urbanas, la educación en línea sigue dependiendo del sacrificio financiero de sus padres.
La realidad de las familias salvadoreñas
Sandra Durán, madre de tres hijos que estudian en la escuela del cantón La Joya del Tigre, en el distrito de Santiago de María, conoce bien el dilema de elegir entre la educación de sus hijos o las necesidades básicas del hogar.
“A veces tenemos que dejar de comprar algunas cositas para poder tener para el paquete de internet, imagínese que en mi caso son tres niños. Lo que hago es comprarle a uno y ahí que trabajen los demás, porque para todos no alcanza”, confiesa Durán mientras revisa los gastos de la semana.
Como ella, miles de padres han debido ajustar su presupuesto para garantizar que sus hijos puedan conectarse a clases, realizar tareas y acceder a materiales educativos en línea. En un contexto donde la inflación y el costo de la canasta básica han golpeado a 8 de cada 10 salvadoreños, según la última encuesta de la Universidad Centroamericana (UCA), el gasto en internet se suma a una larga lista de necesidades insatisfechas.
En muchos hogares, el acceso a internet se convierte en un privilegio que debe racionarse. Algunas familias pueden costear un paquete de datos móviles por semana, mientras que otras dependen de conexiones prestadas o de las pocas zonas de WiFi público disponibles.
Un costo que sigue aumentando
El precio de los paquetes de internet varía entre $5 y $15 al mes, dependiendo de la cantidad de datos y de la compañía telefónica. Para una familia con ingresos limitados, este gasto representa un sacrificio significativo.
En comunidades rurales, donde el acceso a internet es más precario, las dificultades se multiplican. Según testimonios recabados, los datos gratuitos que ofrecía el gobierno en las tablets y computadoras entregadas a los estudiantes dejaron de funcionar correctamente desde hace meses, obligando a los padres a buscar soluciones por su cuenta.
El dilema de la educación digital
La promesa de modernizar la educación salvadoreña con tecnología fue un pilar del discurso gubernamental. No obstante, sin una garantía de conectividad estable y gratuita, la brecha digital sigue vigente. Mientras algunas familias pueden costear el internet de manera regular, otras deben recurrir a soluciones improvisadas o resignarse a que sus hijos tengan un acceso limitado a la educación.
La situación deja en evidencia que la tecnología, por sí sola, no es suficiente para transformar el sistema educativo. Sin una infraestructura adecuada y sin garantías reales de acceso, las computadoras y tablets entregadas por el gobierno se convierten en meros accesorios en un contexto de desigualdad económica.
Para conocer la situación en las escuelas públicas, intentamos hablar con directores y maestros de varios centros educativos. Sin embargo, se negaron a dar declaraciones, aduciendo que tienen prohibido hablar con la prensa. Queríamos investigar si los centros educativos realmente cuentan con internet, su capacidad y si es funcional para los estudiantes, pero nos fue imposible obtener respuestas. También enviamos una solicitud de información al Ministerio de Educación para obtener copia de los contratos de servicios de internet contratados por el gobierno, pero la información fue declarada reservada, negándonos así el acceso a datos fundamentales sobre el cumplimiento de esta política pública.
Tener acceso a la información pública en El Salvador se ha vuelto una tarea cada vez más difícil para los periodistas. Documentos y datos que deberían estar disponibles para la ciudadanía ahora se encuentran bajo restricciones, limitando la transparencia gubernamental. Mientras tanto, miles de familias en el país continúan asumiendo costos que, en teoría, el Estado ya había cubierto. La educación gratuita con acceso a internet sigue siendo, para muchos, un lujo inaccesible.
Una lucha diaria por la educación
Mientras en la propaganda se continúa promoviendo una imagen de modernización educativa, las familias salvadoreñas siguen enfrentando la realidad de un gasto extra que no estaba en sus planes. La pregunta sigue en el aire: ¿a cuánto están dispuestos a renunciar los padres para que sus hijos puedan estudiar en un país donde la educación digital sigue dependiendo del bolsillo de cada familia?
Por: Ulises Soriano