«En Santiago de María me topé con la miseria”, Mons. Romero.
Llegué a Santiago de María en 1996, bajo una tremenda lluvia. El obispo Cabrera me recibió con una taza de café. Me dijo: “este pueblo es de cafeteros eh, porque los cafetaleros ya se fueron”. Al siguiente día, que había cesado la lluvia, recorrí el pueblo.
Lo primero que me llamó la atención fue una gran cantidad de mesones. La pobre gente vivía hacinada, en las peores condiciones. Eso no era de ayer, sino de siempre. Allí habían nacidos los tataranietos de algunos ancianos. Ese fue el resultado de 125 años de la producción cafetalera. Los pobres emigraron para cortar café, se quedaron a vivir en Santiago de María y la pobreza los empujó a vivir en esas condiciones. El terremoto del 2001 acabó con los mesones.
Pero también me llamó la atención la opulencia de los ricos. Cuando llegué a Santiago de María los ricos habían abandonado Santiago de María, quedaban los familiares, pero eran los “parientes pobres”, que solo se ufanaban de llevar “sangre azul”. Un amigo compró una casa de esos ricos. La compró a puerta cerrada. Le acompañé y entramos. Allí habían periódicos de Francia, Nueva York, Italia, Londres, que habían traído de sus viajes. Los hijos estudiaron en Europa y había evidencia en los cuartos donde habían vivido. Aquella casa mostraba la opulencia de aquella familia que se había beneficiado de la producción del café, gracias a la explotación de los que vivían en los mesones.
Después del 2001 el pueblo pasó a ser el “pueblo de los albergues”. Más de 15 años, cientos de familias, los que vivieron en los mesones, continuaron viviendo en condiciones deplorables. Fue tierra fértil para las dos pandillas. La pobreza fue acompañada de inseguridad, insalubridad, miseria, etc. Hasta que el gobierno de Sánchez Ceren les hizo unas 350 viviendas.
¿Qué se debe celebrar en los 150 años de Santiago de María?
La historia del gobernador de Usulután, el sábado en el evento, es ejemplarizante. Nos contó que con su mamá llegaba a vender en unos canastos y les permitían ponerse enfrente del Oromontique. Estaba agradecido por ese gesto de los Llach. Su actitud nos muestra el espíritu de esclavitud y servilismo.
Lo que debemos celebrar es el sometimiento de un pueblo pobre a la clase pudiente por 150 años. Lo que se debe celebrar es la esclavitud y dependencia de la desigualdad y de la miseria de miles de personas que llegaron a Santiago de María y que permitió la opulencia de unas pocas familias.
La alcaldía dio reconocimiento a quienes esclavizaron al pueblo. La abuela fue reina en los 100 años de la ciudad, coronada por su propio padre, quien era el alcalde. Ahora, en los 150 años, la nieta es la reina de la ciudad. En la celebración se olvidaron que, quienes construyeron Santiago de María fueron los cortadores de café, quienes poblaron cada rincón y colonia han sido esos emigrantes que dejaron sus champas para venirse a vivir a mesones.
Que este post sea para que algún día, algún historiador nos cuente la verdad. Pues lo que hicieron el sábado (en la celebración) fue una oda a la esclavitud y un desprecio a los pobres.
Por: Alcides Herrera