Por José María Tojeira
Octubre ha comenzado con dos días internacionales. El 1 celebrábamos el día del adulto mayor y el 2, el de la no violencia; ambos son días internacionales propuestos por la ONU para ayudarnos a reflexionar. Pero con demasiada frecuencia nos gusta más la pelea del momento que la reflexión. Y así hemos celebrado al revés estos días. El del adulto mayor no se ha celebrado; simplemente se ha ofendido y se ha hecho burla desde el poder a los derechos de los ancianos. Una Asamblea de jóvenes ignorantes y una Corte Suprema dirigida por farsantes del derecho han decidido celebrar el día del adulto mayor jubilando por decreto a los jueces de 60 años de edad en adelante.
Algunos de los jóvenes diputados, con ese estilo de rebeldes neofascistas, se han dedicado no solo a violar una convención de derechos humanos ratificada y, por tanto, vigente y generadora de obligaciones en El Salvador, sino a insultar a los jueces de la tercera edad generalizando la acusación de corrupción. Los jueces de la Corte, por su parte, parecen haber cambiado las credenciales que la Constitución les otorga. En vez de la calificación que la Constitución les exige de instrucción y moralidad notorias, han preferido las palabras que dicho texto dedica a los militares: obedientes y no deliberantes. Pero no a la ley, sino al mandato del amo. Con este estilo de los diputados, tan lleno de desparpajo e ignorancia, solo falta que el Gobierno destroce las pensiones, a las que más de uno en los ámbitos del poder parecen tenerle hambre. Si en los tiempos fuertes de la pandemia se descuidó a los ancianos de los asilos, parece que ahora se quiere ir por el resto, empezando por los jueces.
El día 2 de octubre fue el Día Internacional de la No Violencia, estatuido en recuerdo de Gandhi. Y precisamente en ese día, Amnistía Internacional pidió que en El Salvador cese el abuso policial contra los jóvenes. Seguro que acabarán diciendo que Amnistía Internacional depende de Soros. Pero, ya puestos a celebrar el día, al ministro de Hacienda no se le ha ocurrido nada mejor que presentar un presupuesto nacional dándole a la Fuerza Armada el aumento monetario más grande de estos casi 30 años de paz. Mientras las armas aumentan, continúan las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones de jóvenes, y se estancan en la Fiscalía crímenes de grupos de exterminio, como el cometido contra el P. Walter Vázquez hace ya más de tres años.
Más dinero a los militares y menos juicios a los exjefes de Estado Mayor parece el modo de celebrar la paz entre nosotros. Si la no violencia de Gandhi estaba llena de reflexión y de opciones serias de desarrollo humano, algunos de los ideólogos del poder no saben más que destilar acidez en las redes, pensando que el insulto es una forma moderna de libertad de expresión que resulta muy dulce ejercitarla desde el poder, una forma tan moderna como poética de ejercer el servicio público. A los pobres hombres y mujeres que así actúan, Gandhi les debe parecer una pieza de museo.
Celebrar las cosas buenas siempre es educativo. Celebrar a las personas que nos mostraron camino de humanidad en el país es necesario para el desarrollo ético de las nuevas generaciones. A los mayores les debemos la memoria y una buena parte de la identidad de nuestro pueblo. La no violencia activa ha tenido mártires en el país, que han hecho más por el prestigio y el respeto a El Salvador que todas las narrativas de los millonarios, de los amantes de las armas y de los tejedores políticos de sueños y promesas. Cuando lo bueno no se celebra, algo falla en los valores morales de una comunidad. Cuando vemos el cariño con que la gente de bien celebra a sus abuelos, no podemos menos que asustarnos cuando vemos la brutalidad irresponsable e ilegal con la que se despoja de su trabajo a gente honesta, discriminándola por edad.