Por Diario CoLatino.
Las poblaciones indígenas de El Salvador siguen alzando su voz, así como demandando sus derechos frente a las injusticias que prevalecen en sus comunidades.
En el marco de la ceremonia ancestral nahuat-pipil del equinoccio de otoño, representantes de la Asociación de Consejos de Pueblos Originarios de Kuzkatán (ACOPOC) hicieron el llamado al Estado, a la sociedad, para que se respeten sus derechos y se dé a conocer las verdaderas causas del porqué las poblaciones indígenas aún se les ve con recelo, y marginación, a pesar de ser los guardianes de las tradiciones de nuestra identidad. Y es que a pesar de la ratificación al artículo 63 de la Constitución de la República, en 2015, en la cual el Estado salvadoreño reconoció la presencia de poblaciones originarias, aún están pendientes muchos derechos de cumplir, como la ratificación del convenio 69 de la OIT, entre otros compromisos.
“Lo que perseguimos con estos rituales es mantener la espiritualidad ancestral que es basada en el amor y respeto hacia la naturaleza”, expresó Nantzin Guadalupe, guía espiritual del Consejo, quien además instó a las nuevas generaciones a estudiar “la verdadera historia” y no dejarse imponer mentiras, que siguen haciendo creer que era necesaria la represión histórica contra las poblaciones indígenas.
Nantzin Guadalupe hizo una valoración profunda del significado del Bicentenario de la Independencia Centroamericana, desde la visión de las poblaciones indígenas. Es así que rememoró que las poblaciones indígenas en El Salvador, como en el resto de América, fueron invadidas por España, y la Independencia de 1821 solo fue en beneficio de los Criollos, no de las poblaciones indígenas.
Muestra de ello fue la resistencia y rebelión de las poblaciones de Los Nonualcos, en 1831; la masacre indígena de 1932, ejecutada por el dictador General Maximiliano Hernández Martínez, fue otra herida mortal para las comunidades indígenas de la zona occidental del país, a esto se suma la marginación e invisibilización de sus derechos por décadas, desde el Estado.
“Así vemos nosotros el Bicentenario, ese gran movimiento, esa actividad que le ha costado al país 1 millón de dólares…el señor Presidente estaba (el 15 de septiembre) celebrando ahí el aniquilamiento del pueblo, la toma del poder los criollos”, valoró la guía espiritual durante la ceremonia indígena, celebrada este 22 de septiembre, en el cantón Rosario El Tablón, del municipio de Tenancingo, departamento de Cuscatlán.
Apan Tumak, guía espiritual y quien desarrolló la ceremonia ancestral, recordó que siempre ha existido un interés por borrar nuestra “memoria histórica”. En la conquista fue a través de la imposición de la iglesia Católica, y el aniquilamiento de las tradiciones ancestrales. “Pero no se borró, simplemente ha estado ahí…cortaron el árbol, casi lo arrancan; pero brotó, nosotros somos fruto de ese brote, denunciando las injusticias”, subrayó, y recordó que hoy se tienen avances, pues la autoridad estatal ya no persigue a quienes se reúnen para celebrar una ceremonia ancestral, “antes esto era motivo para ir a la cárcel”; pero aún los pueblos siguen reclamando sus reivindicaciones.
Este tipo de encuentros que organiza cada tres meses el Consejo de Pueblos Originarios, resaltó Apan Tumak, permite irradiar energías positivas. “La energía de este día es parte de lo que nos dará la sabiduría y el entendimiento para seguir adelante”, reafirmó.
Las ceremonias en el año ofrecidas por el Consejo son cada tres meses; dos dedicadas al equinoccio y dos al solsticio.
Herencia de dolor, 1932
Nantzin Guadalupe o “Chicuace Natzin uan ume peltzin” nombre adquirido desde 2001 cuando recibió su bastón que le acredita como “guía espiritual”, y como formadora de muchas generaciones, dice que la historia de las poblaciones indígenas en El Salvador está fundada sobre el dolor.
Ella nació 16 años después de la masacre de 1932, aquella que en tres meses arrasó con la vida de más de 30 mil indígenas de la zona occidental del país, “eran asesinados un promedio de 300 personas por día, en apenas tres meses se frenó la rebelión”, recordó.
Así como se reprimió en 1833 a las poblaciones de los Nonualcos, con el asesinato de Anastacio Mártir Aquino; en 1932, fueron masacrados miles de indígenas.
Esta mujer originaria de Sonzacate, departamento de Sonsonate, recuerda con dolor esos sucesos, por ello su vida la ha dedicado a estudiar y aprender “la verdadera razón” por la cual las poblaciones indígenas han sido perseguidas, la razón es porque son comunidades que velaban por sus derechos, luchaban y resistían, porque fueron despojados desde finales de 1800 de sus tierras ejidales, y a la fecha hay resistencia desde el Estado a retribuirles.
“En 1932 muere toda mi familia, yo nací 16 años después de la masacre. Mi madre siempre nos recalcaba:¨ustedes tienen solo Nana, Tata y Abuelo¨. El resto de la familia ya no existía. No existió jamás, yo no los conocí”, comparte.
“Nuestra historia es tan triste, tan dura, dolorosa que al darse cuenta uno de eso, es una serie de emociones que se sienten…a mí me hierve la sangre, pero a la vez me duele”, comentó.
Con estas ceremonias ancestrales las poblaciones indígenas buscan reafirmar su conexión con la madre naturaleza, y lo importante destaca Nantzin Guadalupe, “Tenancingo es un lugar sagrado”, como asociación tienen presencia en todo el país, “nuestra asociación nace en Santa Catarina Masahuat, Sonsonate”.
“Hemos tenido la participación de muchos jóvenes en estas ceremonias, para nosotros es un gran logro. Hay juventud que se está interesando poco”, resaltó.