Por José María Tojeira
La subida del salario mínimo siempre es positiva en un país, especialmente en países como el nuestro, en el que hay graves brechas salariales. Quienes critican las subidas de salarios mínimos, en términos generales, suelen ser personas vinculadas a los intereses del capital y que generalmente no han hecho gran cosa por resolver los problemas de justicia social existentes en nuestros países. Pero dicho esto, conviene hacer algunas consideraciones más sobre el salario mínimo y la relación que tiene con otras necesidades y con otros salarios.
De entrada, hay que señalar que el salario mínimo en nuestro país no cubre la canasta básica ampliada. En otras palabras, lejos de que dicho salario sea un logro, es en realidad un salario de sobrevivencia que irrespeta la igual dignidad de la persona. En segundo lugar debe decirse que el último aumento del salario mínimo adolece de fallos clásicos. En vez de tender a la unificación de los salarios mínimos en una sola cantidad, usa el aumento de un 20% generalizado, que acaba valorando más un tipo de trabajo sobre otro. Una reminiscencia racista y clasista de un pasado sumamente explotador.
Pero lo más interesante del salario mínimo es compararlo con otros salarios existentes. Que haya empresarios con ingresos de un millón de dólares al año, o cifras que más o menos se acercan o superan esa cantidad, mientras el salario mínimo anual no llega ni a la centésima parte de esa cantidad, es éticamente una vergüenza y moralmente algo injustificable, al menos en principio. Champas cuyo costo de construcción no supera los 500 o los mil dólares, está separadas solo por una calle de los apartamentos que se venden a 250.000 dólares o más.
La Cuchilla y Multiplaza son una muestra clara del escándalo social que refleja la diversidad en el ingreso. Y con respecto a los servidores públicos, si es que se les puede llamar así, también hay mucho que decir. Cuando ganan mensualmente 30 o 40 salarios mínimos solamente se les puede llamar irresponsables y aprovechados. Irresponsables porque teniendo capacidad de influir en una mejora del salario mínimo más igualitario se conforman con una situación injusta. Y aprovechados, porque en un país pobre (eso refleja el salario mínimo de nuestros países), no tienen escrúpulos a la hora de llamarse servidores públicos mientras desprecian de facto la falta de posibilidades de desarrollo de los pobres.
En Francia el presidente de la república se rebajó el salario de tal manera que su ingreso mensual ronda los 10 salarios mínimos. El primer ministro español cobra mensualmente el equivalente a 8 salarios mínimos. Entre sobresueldos y salarios, muchos de nuestros funcionarios, tanto en el pasado como en el presente, cobran más de 20 salarios mínimos. No sé si en el actual esfuerzo de poner múltiples reformas a la Constitución, la “comisión ad hoc” eliminará la parte que se refiere a la obligación del Estado de brindar “bienestar económico y justicia social” a toda la población. Pero en honor a lo que reina en el país debería hacerlo para al menos que nuestros funcionarios no pequen de hipócritas y mentirosos cuando juran cumplir con la Constitución.
Un país como el nuestro, con graves problemas económicos y con un 30% (o más) de la población en pobreza, debería preocuparse no solo del salario mínimo, sino también de imponer un salario máximo para funcionarios de alto nivel. Y establecer al mismo tiempo una reforma fiscal que eleve el impuesto sobre la renta al menos al 50% a todos aquellos que ganen más de 120.000 dólares al año. No faltarán, sin duda, quienes digan que ese tipo de medidas son antieconómicas. Pero la justicia no puede separarse de la economía. Y menos la justicia social.
En cuanto a que la gente capacitada gana más en la empresa privada y que por tanto en la política hay que pagar sobresueldos o salarios muy superiores al salario mínimo para que la gente capacitada venga a servir, valga una breve palabra: quien no quiera servir a la población, o quiera servirla solamente si recibe 20 o 30 veces más que los pobres, mejor que no busque puestos en política. Tal vez así se sanee la política con gente que ponga la prioridad en el servicio a la igual dignidad de todos.