El periodismo libre, que no está sujeto al poder, ha sido demasiadas veces perseguido en demasiados lugares. En nuestra área geográfica, Honduras y México se llevan la palma en los ataques a periodistas, en ocasiones mortales. Y desde hace un par de años Nicaragua ha entrado competitivamente en esa lucha por ahogar el periodismo crítico.
En El Salvador hay una historia compleja. Todos recordamos las presiones e intentos de desarticular o controlar el Co Latino hace algunos años, o la muerte de los periodistas holandeses, hoy a punto de reclamarse en juicio. También recordamos cómo algunos periódicos eran parte de una alianza de poderes políticos y económicos que mantenían a El Salvador en la desigualdad y el atraso democrático, y a los que ofrecían generalmente respaldo y propaganda.
Tras los acuerdos de paz las cosas comenzaron a mejorar e indudablemente una buena parte de esa mejoría se le debe al periodismo de investigación, que se ha desarrollado en los años más recientes sin fronteras ideológicas ni compromisos económicos. Incluso los periódicos más conservadores se fueron dando cuenta de que la investigación periodística, aunque golpeara algunos intereses económicos o políticos, era fuente importante de desarrollo democrático y lucha contra la corrupción y se fueron abriendo a un trabajo más serio y profesional. No faltan casos en que las primeras afirmaciones de corrupción de algunos de los funcionarios hoy sometidos a juicio fueron conocidas a través de periodistas.
La valoración moral positiva del periodismo ha crecido ostensiblemente gracias a los nuevos profesionales de la comunicación surgidos en años recientes.
Cuando nació el periodismo lo hizo como contrapoder. El dar a conocer lo que estaba pasando limitaba el poder de los Estados autoritarios.
Posteriormente se convirtió en parte del poder, aunque siempre hubo medios y periodistas que combatieron los abusos de poder en cada época. Tanto el gran capital como los gobiernos autoritarios se esforzaron por controlar los medios.
La dictadura franquista, por poner un ejemplo, nunca permitió noticieros radiales libres. Las noticias de radio se daban todos los días a través cadenas radiales dirigidas por la entonces llamada Radio Nacional de España. Al periodismo libre y democrático se le perseguía en todos los regímenes autoritarios, muchas veces con una dureza extrema. Sin embargo, aun con las limitaciones impuestas, nunca ha dejado de haber profesionales empeñados en la búsqueda de la verdad y en el combate a la corrupción. Y cada vez más este mundo globalizado en que vivimos ha desarrollado legislación e institucionalidad dedicada a la protección de ese trabajo de informar que con frecuencia se vive en medio de peligros.
La situación actual de El Salvador, con los ataques gubernamentales a diversos medios, electrónicos y escritos, se ha ganado la crítica de diversas instituciones internacionales, así como la preocupación explícita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, y del Relator para la Libertad de Expresión. La relatora especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para la Libertad de Opinión y Expresión también ha manifestado su preocupación por el crecimiento exponencial del odio en las redes en este tiempo de pandemia. Corren rumores de que el Gobierno quiere tener su propio medio de información, más allá de los controlados por el CONAB que, dado el funcionamiento de la información gubernamental, puede convertirse más en un medio de propaganda que en otra cosa.
Respetar la libertad de expresión es indispensable para la democracia. Convertir la información en un campo de batalla propagandístico solamente llevará a la descomposición de los valores cívicos.
Por: José M. Tojeira.